Salió el Barcelona, en plena resaca del Clásico, con un equipo plagado de suplentes a un Camp Nou medio vacío. Y lo hizo recibiendo del Villarreal el pasillo de campeón que no le quiso hacer el Real Madrid.
Los de Ernesto Valverde dejaron claro desde el principio que lo de no ceder ni un derrota en 38 jornadas se lo tomaron muy en serio.